Saludos Guerrer@s!!!

SALUDOS GUERRER@S

El camino es solitario, pero en la busqueda de nuestra libertad siempre hay un momento para compartir.
Puede ser un largo trecho el que recorramos juntos o tan solo el tiempo de leer estas lineas. Con lo que sea, que el Espíritu te traiga siempre la fuerza y el poder necesarios para conseguir tu intento.

Carlos Castaneda.Homenaje a un brujo:por Michael Ventura



Un brujo murió hace 2 ó 3 meses. Cáncer de hígado dijeron, pero los detalles son vagos. También es confuso porqué tomó tanto tiempo hasta que se supo. Hay extraños rumores. No importa. Todo esto es como debe ser para un brujo. Lo más extraño de todo en cierta forma, fueron los obituarios de los grandes medios, una foto desenfocada en el New York Times, tributos que eran respetuosos en una forma distante y confusa. Es dudoso nunca antes el N. Y. Times se sintió obligado a rendir homenaje a un brujo. Pero este era el brujo Carlos Castaneda. Muchos declaraban no tomarlo en serio, sin embargo lo leían, lo recordaban y se obsesionaron.



Dejémoslos que se pregunten si realmente nació en 1931, como él decía, o en 1925 como consta en algunos registros de inmigración. Que se pregunten si era peruano o mexicano.


Preguntarse incluso estas nimiedades puede ser bueno para ellos.


Carlos Castaneda ha muerto.

No hay demasiados que puedan atestiguar por o para él, porque nunca permitió demasiados testigos. Por lo general uno lo conocía a través de una invitación.


Los invitados eran todo tipo de gente. Yo fui uno de esos, por razones que no tengo en claro y que posiblemente no importen. Tal vez fui llamado a ser un testigo?. Hace unos doce años un amigo que trabajaba en una librería en Santa Mónica me llamó: C. Castaneda iba a dar una charla en el sótano del negocio (¡iba a ser en el sótano, de la librería!) Únicamente con invitación ¿Quisieras venir? ¿Quién sabía si era realmente él? Pregunté. La persona que me llamó en quien tenía razones para confiar, me dijo: es Carlos, realmente.


Era un hombre pequeño, imposible decir su edad. No parecía mucho más de 40, pero sus ojos eran más viejos, ojos sonrientes pero ahondados por una vaga sensación de tristeza. El reía de buena gana, y no insistía en que lo tomáramos seriamente, se paraba ante nosotros en una actitud de bienvenida.


Quería que nosotros le hiciéramos preguntas. Dijo que había algo que se le había olvidado y que algunas veces salía de su reclusión y hablaba con extraños esperando que esa pregunta encendiera la memoria de esa cosa olvidada. Él no decía esto apenado, era franco y realista.


Esa noche nadie hizo la pregunta que estaba buscando, pero cada pregunta nos llevó a una historia de Don Juan, y cada historia tenia risa en ella. Como en su libro, cuando Castaneda hablo de Don Juan, el viejo mago Yaqui estaba cercano y amenazante, invitándonos a la aventura.


Fue la risa de Castaneda y sus dotes como narrador de historias lo que me convenció de su sinceridad y autenticidad.


Hablaba gratis, no tenía nada que ganar de nosotros, y hablaba sin artificios, la gente raramente ríe cuando miente, al menos en mi experiencia, ellos no se ríen dulcemente y había unadulzura irresistible en este hombre.


Describió las experiencias más fantásticas como si fueran casi chistes, pero la broma era sobre él. Tuve la impresión de un hombre desesperado, pero un hombre que supo vivir con la desesperación de manera que lo hizo algo más. Había transformado su desesperación, como un brujo debe, en una búsqueda.


¿Estaba viendo en él al hombre que quisiera ser? ¿Estaba yo viendo en él, quien a pesar de esta desesperación podía vivir de una manera sabia, gentil y comprometida?. Quizás. Era, al mismo tiempo, vulnerable e invulnerable: era vulnerable porque parecía un poco perdido, invulnerable porque se encontraba en su camino, un camino con corazón.


Si estaba perdido era porque ese camino lo había llevado a un territorio desconocido e inesperado, podría haber sido más fácil para él encarar peligros físicos que afrontar que había algo importante sobre Don Juan que él había olvidado.


Pero estaba enfrentándolo y en público: Más que trucos mágicos y acciones de brujos, Don Juan le había enseñado a ser valiente.


Cuando terminó de hablar, y los 20 o menos personas en esa bodega se arremolinaron en torno, saludó a un par de viejos amigos. Yo no quería inmiscuirse, no me presente, no habría sabido qué decir de todos modos.


Entonces, en efecto, yo lo conocí pero él no me conoció a mí.


Entonces, alrededor de tres años atrás, otro amigo llamó ¿Quería ir a almorzar con Carlos Castaneda? Nunca nadie me dijo porque había recibido esta invitación. Resulto que éramos cuatro, más C. Castaneda. Comimos en el Pacific Diner Park, uno de los mejores y más caros restaurantes de carnes de la costa oeste. (Carlos pagó la cuenta) él había cambiado y yo también.


Ambos habíamos vivido mucho más profundamente nuestra desesperación y soportadas con más convicción.

Estaba más delgado, viejo y obviamente enfermo. Considerando que en el sótano de la librería había vestido de sport, este día se había puesto un traje elegante, Pero a pesar de su fragilidad parecía mucho más feliz y hasta más gracioso y animado, la comida fue muy buena pero en realidad nosotros nos alimentamos de las risas, aun sus más tristes historias sobre Don Juan fueron nuevamente como chistes, pero ahora la broma no estaba en Carlos, no estaba en nosotros, la broma estaba entre el brujo y Dios y fue una broma espléndida.


No repetiré esas historias, no estaba ahí para grabarlas, eran de él, como para decidir decirlas o no. Algo que eligió no escribir debería morir con él.


Pero dos momentos no causaron risa pero si silencio. Una mujer en la mesa, dijo que amaba su trabajo, su marido y su hijo, pero todavía sentía un vacío, y es que ella no tenía vida espiritual. ¿Cómo podría ella alcanzar una vida espiritual?.


Contestando a esta mujer, Carlos no cambio la ligereza ni la generosidad de su trato; pronto una cosa acerada apareció en su voz, un tono que hacía que sus palabras penetraran en todos nosotros: Él dijo que cuando ella fuera a su casa a la noche, debería sentarse en su silla y recordar que su hijo, su marido y quienquiera que ella amara y ella misma se iban a morir, y ellos morirían en un orden no determinado, imprevisiblemente.


“Recuerda esto cada noche y pronto tendrás una vida espiritual”. Noten que no le dijo a ella que tipo de vida espiritual tener, mucho menos si esta debería estar de acuerdo con la de él, no sugirió que leyese sus libros más cuidadosamente o que asistiera a las clases de movimientos que él había empezado a enseñar, le dio una instrucción práctica, algo que ella podría llevar a cabo dentro de los parámetros de su vida como esta era y después le aseguro que esto la conduciría a su propio camino espiritual cualquiera sea el que resultara ser. Esta es la marca de un verdadero maestro.


Más tarde durante la conversación, la mujer pregunto cómo debía disciplinarse para seguir el consejo que él le daba, seguirlo profundamente, para que no fuera solo un ejercicio.


Carlos dijo: “Date una orden a ti misma”.


En esta página no puedo reproducir de qué manera lo dijo. Habló con tranquilidad pero era como si de pronto hubiera clavado un cuchillo sobre la mesa.


¿Qué significa eso?, pregunto uno de nosotros.


“Significa que te des una orden a ti mismo”, y eso es todo.


Un comando no es una promesa. No es “tratar, probar”, una orden es algo que debe ser obedecido. Su tono de voz invocaba algo más profundo que la idea de la mera voluntad. El suyo era un llamado a la acción. Él no estaba hablando de mascullar o de meditar o de desear.


Para estar en el camino hay que poner un pie en el camino. No hay un sustituto para eso.


Después de una pausa de embarazo, la conversación tomó vuelo nuevamente. Habló de una fiesta en la que un hombre alto y apuesto estaba diciendo, con gran solemnidad, que era Carlos Castaneda, y revelaba toda clase de secretos de Don Juan.

¿Acaso Carlos lo desenmascaró de su fantasía? No, se rió. Él tenía el aspecto del C. Castaneda que la gente esperaba de él. No un hombrecito pequeño morocho y de cara redonda ¡y el otro lo estaba pasando tan bien! ¿Por qué arruinarlo? Déjenlo ser Carlos por una noche.


Un año después la mujer que había hecho la pregunta durante el almuerzo me envió un panfleto que había impreso Carlos mismo en privado. Él le pedía que me lo mandara, uno de los párrafos dice:


“Los brujos entienden la disciplina como la capacidad de enfrentar con serenidad los desafíos que no están incluidos en nuestras expectativas. Para ellos la disciplina es un acto de voluntad que les permite incorporar cualquier cosa que aparece en su camino sin arrepentimientos o expectativas. Para los brujos, la disciplina es un arte; el arte de enfrentar el infinito sin acobardarse, no porque ellos están llenos de dureza, sino, porque ellos están llenos de asombro reverencial. La disciplina es el arte de sentir temor respetuoso.”


Cualquier manifestación del universo, de cualquier manera que se comporte alrededor nuestro, no es simplemente acerca de nosotros, no es meramente psicológico, es un movimiento del universo, y como tal lo que nos sucede, no importe lo que sea, nos conecta a nosotros a todo, y en esa conexión que puede sentirse sino asombro reverente? ; Un mundo vivo, escribió, está en influir constante. Se mueve, cambia, se contradice a sí mismo. Nosotros tratamos de defendernos contra esto, pero no podemos. La única respuesta liberadora es el asombro.


Cuando lo vi hace unos años en aquel sótano, un hombre triste, más que el hombre que iba a morir del almuerzo, yo escribí: “su presencia era como admitir que cada verdad es frágil, que todo conocimiento debe ser aprendido una y otra vez, cada noche, que crecemos no de una manera lineal sino en círculos ascendentes, descendentes e inclinados, y lo que un año nos da poder, el siguiente no lo quita, roba, porque nada está establecido, jamás, para nadie.”


Ahora quisiera agregar: lo que hace esto soportable es el asombro.


Buen viaje, ve en paz. Don Carlos


Copyright Austin Chronicle, julio de 1998